“Viste, papá está en casa”

Don Bosco se despide de Argentina. Este miércoles 28 de octubre, Don Bosco congregó a miles de fieles en la cercana ciudad de Formosa. A continuación, compartimos un testimonio imperdible…

Es de madrugada y recién es posible acercarse a la urna sin tener que esperar pacientemente en una larga fila. Todo comenzó temprano en la mañana del martes 27 –mañana de sol espléndido, regalo de la Auxiliadora- cuando en uno de los dos accesos a la ciudad capital- el que comunica con el interior de la provincia- la caravana que traía a Don Bosco hacía escala para visitar el Barrio Nam Qom, principal asiento de la comunidad toba que desde hace muchos años es acompañada por los salesianos y especialmente por las Hijas de María Auxiliadora.

Desde antes de amanecer varias columnas de jóvenes en bicicletas y motos habían recorrido una decena de kilómetros para ser los primeros en recibir al padre, maestro y amigo. Música, testimonios y palabras que llegaban al corazón comenzaron a presagiar un día lleno de sonrisas y lágrimas.

Ahora la caravana era impresionante, camino a la imagen de la Virgen del Carmen, patrona de la Provincia, que desde su plazoleta esperaba para el acto protocolar. En el palco, el Intendente, ministros provinciales y demás autoridades. En un lugar cercano a la urna, los sacerdotes diocesanos, y por todas partes una colorida multitud que acompañó el acto protocolar. Desde allí, la caravana cada vez más extensa recorrió la avenida de circunvalación hacia el otro acceso, el que comunica la provincia con el resto del país. Allí se levanta una inmensa cruz, y al pie de la cruz la familia salesiana preparaba su propia bienvenida. Multitudinaria, bulliciosa, espontánea.

Eran ya demasiadas emociones y a muchos le comenzaban a faltar las palabras. Desde allí, ya sin la ayuda de los camiones, la urna comenzó a recorrer su itinerario hasta la Escuela Santo Domingo Savio, deteniéndose cada tanto a bendecir otros establecimientos educativos que se encontraban en el camino y se habían preparado para saludar su paso.

Por calles adornadas como solo se hace en las grandes ocasiones, la urna llegó a la Escuela, donde la ansiedad de la espera se convirtió en enormes muestras de alegría. Y de nuevo, todo espacio resultó insuficiente ante la masividad de la convocatoria de Don Bosco. Todos querían brindar su arte, su cariño, sus oraciones al Santo de los jóvenes, que no se movían de su lado, que cantaban animados por una alegría desbordante.

De allí, terminando una calurosa siesta, la urna emprendió el camino hacia el Hogar Don Bosco, pero con una escala más que significativa: el Hospital de la Madre y el Niño. Un patio adornado recibió a Don Bosco, que compartió momentos muy emotivos con personal del hospital y con las familias que atraviesan momentos de gran dificultad. Allí, tras emotivas palabras, se acercó la urna hacia la gente para permitir que los enfermos la toquen. Desde allí, camino al Hogar, salieron al encuentro los alumnos del Colegio Don Bosco haciendo un largo cordón de acompañamiento.

Ya en el Hogar, otra vez una multitud se emocionó hasta las lágrimas con la llegada de la reliquia, y fue uno de los chicos del Hogar quien hizo la oración de bienvenida. Y más cantos, y bailes, y tambores, y bandas. Y largas filas de personas tratando de pasar un momento cerca de Don Bosco. Ya caía la tarde cuando desde el Hogar, una nutrida procesión llevó la urna hasta el Anfiteatro de la Juventud, en el que ya se habían concentrado las columnas que llegaban desde las distintas comunidades.

Cuesta mucho recordar las ocasiones en que el “Anfiteatro de la Juventud” estuvo tan lleno como el día en que llegó Don Bosco. Lleno de niños, de jóvenes, de adultos y de gente mayor. Una verdadera fiesta de la familia. Si hasta inauguraron una estatua del Santo con sus muchachos en la pequeña plaza que tiene el anfiteatro en el frente, con la presencia del Gobernador, del Intendente y una nutrida comitiva. Y después la Misa, seguida de teatro y música. Y así, cerca de la medianoche, llegó el momento en que Don Bosco debía llegar al Templo de María Auxiliadora, donde ya había un lleno casi total de personas esperando.

Trato de armar un álbum lleno de postales inolvidables: los maestros del Hogar levantando a sus alumnos más pequeños para que puedan besar la urna, las madres del hospital acercando sus niños, la alegría desatada de los jóvenes en sus bicicletas, o corriendo al costado del camión desde el Domingo Savio. Pero me quedo con una imagen que vi repetirse tantas veces en el día entre quienes se sienten de corazón hijos de Don Bosco. Con los ojos llenos de lágrimas y la voz entrecortada, en cada abrazo entre amigos se escuchaban cosas como esta: “viste, papá está en casa”.

Por Raúl Romea (Comunidad de Formosa)

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